lunes, 7 de diciembre de 2009

Pintan bastos

13 jornadas. Un tercio de temporada cumplido. Tiempo suficiente para valorar la tendencia de una plantilla. Y a partir de aquí, desgraciadamente, no caben muchas buenas noticias. Es cierto que la posición en liga del Real Zaragoza entra dentro de la lógica, dada la actual situación deportiva, económica y social del club; lo alarmante es que no aparece en el horizonte una solución concreta (más aún cuando los propios jugadores reconocen ante la prensa no saber a ciencia cierta el origen del bajo rendimiento que ofrece el equipo), y para más inri el año finaliza frente a Athletic y Real Madrid, dos conjuntos históricamente difíciles de digerir para el Zaragoza. Se puede asegurar desde ya que el nuevo año traerá tensión e incertidumbre a raudales.
Prensa y afición buscan culpables, como ocurre en cualquier equipo cuando vienen mal dadas. Haberlos haylos, y en todos los estamentos. La directiva, por ejemplo, ha contribuído sobremanera a que se cumplan los malos augurios del cierre del mercado. La falta de fichajes propicia una plantilla corta, escasez de variantes, ceño fruncido de Marcelino, nudos en la garganta cuando un jugador cae lesionado; en definitiva, un mal comienzo. Es por tanto lógico que la directiva sea la primera señalada a la hora de buscar culpables, pero ojo, no es la única. A pesar de que tras la temporada del ascenso merecía un voto de confianza, creo que hay que empezar a mirar al entrenador y pedirle responsabilidades. Si la razón le asistía cuando manifestó a la directiva su disconformidad por la falta de refuerzos, los nulos resultados provocados por su inmovilismo táctico y su poca flexibilidad para adaptarse a las situaciones de partido le señalan como principal responsable de la situación del equipo en la tabla. Es decir, un técnico unánimemente reconocido como de los más prometedores del país no puede obcecarse con un dibujo táctico si éste da tan pocos resultados: no cuenta con jugadores adecuados para disponer una zaga tan adelantada, porque de los diez jugadores en plantilla que pueden actuar en la línea de defensa quizá sólo Diogo, Laguardia y Goni son rápidos (ninguno de ellos titular, dos muy mermados físicamente); es más, la gran mayoría de los defensas de que disponemos ni son rápidos ni lo han sido nunca, así que lo de pedirle peras al olmo no es una opción válida, no olvidemos que a día de hoy somos el equipo más goleado de la categoría. Digo más, si realmente hay que jugar con la defensa adelantada, la mejor opción en la portería es Carrizo, más acostumbrado por naturaleza a jugar con el pie y a estar cerca de los centrales que López Vallejo, guardameta de corte clásico, o dicho de otro modo, metido siempre bajo palos. Esta es, dicho sea de paso, otra muestra de cómo el carácter de Marcelino se impone a su buen criterio: preferir a López Vallejo implica-aunque esto es sólo una opinión personal- entregar la titularidad a un guardameta que no mejora al argentino, que condiciona enormemente la integridad de la zaga zaragocista según el estilo que persigue su entrenador y, dato importantísimo, que sólo ha sido capaz de consolidarse en conjuntos de perfil bajo y en Segunda división-y sólo durante media temporada-. Pero claro, tiene toda la confianza del técnico, así que a jugar. Sin excusar los fallos de Juan Pablo mientras fue titular-que los tuvo-, ¿tan mal papel desempeñó? ¿No es indispensable para un portero la confianza para poder dar lo mejor de sí? ¿No es, al fín y a la postre, una manera de pisotearle anímicamente despojarle de la titularidad tras encajar seis goles ante un equipo que está a años luz del resto y ante el que poco más se podía hacer? Si hemos sido muchos los que hemos destacado la capacidad del técnico asturiano a la hora de formar bloques y hacerlos competir con éxito, ahora también conviene decir alto y claro que en este aspecto ha sido un completo fracaso.
El "debe" de Marcelino es pues, en lo que llevamos de temporada, extenso. Pero en última instancia y como siempre, los culpables de todo lo bueno y lo malo son los que salen a batirse el cobre al césped cada domingo. Y aquí el panorama también es desalentador. A mi entender hay cuatro nombres que personalizan el paupérrimo nivel del equipo: Ayala, Gabi, Arizmendi y Ewerthon. El primero, a sus 36 años, seguramente apure sus últimos partidos como profesional y tiene ya poco que ofrecer al equipo, lo que no hace sino reflejar la sensación de impotencia, de fragilidad, de combatiente ya vencido que se puede extrapolar a todos sus compañeros; del segundo habría que comenzar diciendo, siendo justos, que ha recaído sobre él una tarea que le viene grande: ser el motor de un equipo, hacer que funcione una sala de máquinas, no puede ser responsabilidad de un jugador tan limitado técnicamente, que ofrece mucha brega, pero poco acierto. Seguramente la pasada temporada alcanzó su techo, instalado en una categoría más adecuada a su nivel; algo parecido le sucede al tercero, con el agravante-¿es sólo una sensación mía o los demás también lo véis?- de que no le acompaña la suerte en casi nada de lo que emprende; del cuarto se puede decir que el mal trato que recibió mientras estuvo abierto el mercado podía hacer intuir que este no sería su mejor año, pero esto tampoco es una justificación: un delantero que ha llegado a ofrecer un rendimiento tan alto, que, en sus propias palabras, arribó a este club para "volver a la selección brasileña" no puede tomarse con tanta desidia su trabajo, por dignidad profesional, porque es año de mundial o porque otros equipos puedan fijarse en él.
Que conste que no estoy salvando al resto. Poco hay hasta ahora en el Real Zaragoza de 2009/10 que sea digno de mención. Pero prefiero buscar soluciones. Se está hablando estos días de un posible relevo en el banquillo. Las estadísticas de la temporada del último descenso están ahí para demostrar que no es la mejor de las soluciones. Más bien creo que el problema actual del equipo es 80% de actitud. Si el míster cediese hacia la lógica se podría comenzar por un cambio de sistema, jugando con dos puntas, cuatro en rombo en el centro y arropando a los defensas; mantener la línea defensiva, ya que aunque frágil, es la mejor que podemos disponer; sacar del once a Gabi y repartir en la divisoria el talento de la zona de tres cuartos, donde el potencial del equipo es mayor, pues muchos equipos firmarían poder contar en sus filas con Abel Aguilar, Jorge López, Jermaine Pennant, Ángel Lafita o Ander Herrera. Y a convertir La Romareda en un fortín y a arrancar todos los puntos posibles fuera de casa se ha dicho. Ah, y un aviso a navegantes, aficionados acérrimos y periodistas rellenapanfletos: aquí no estamos obligados a jugar como el Barcelona. Ahora que el equipo está tocando fondo salen de debajo de las piedras unos y otros proclamando acerca del fútbol que antes se veía en La Romareda, de lo exigente que es el aficionado del Zaragoza, y demás falacias románticas por el estilo. Aquí de lo que se trata, y parece ser que mucha gente lo está olvidando, es de sobrevivir a la espera de tiempos mejores, y quien opine lo contrario, que eche un vistazo a las arcas del club, o que busque en la Wikipedia lo que significa el término "Ley Concursal".