martes, 14 de junio de 2011

Daroca, los zaragüayos, Jerusalén... Alboraya

Explicar un sentimiento. Difícil tarea, pues nadie puede compartir una emoción como si fuera una foto o un mensaje de texto. Estas líneas tampoco pretenden aventurarse en semejante tarea, pero sí pueden servir de vehículo para comprender la dimensión para la hinchada blanquilla de valores como orgullo, afecto, empatía, solidaridad. Algo nuestro se moría. Había que lanzarse a salvarlo o acompañarlo en sus últimos latidos, pero NUNCA dejarlo solo. Afortunadamente todo acabó bien, y el mundo entero pudo conocer la que ahora mismo es la mejor noticia para el club: el zaragocismo está vivo, aunque a veces parezca dormido o el hastío por el negro presente calle su voz. Más les valdría a los dirigentes del club incluírlo en los activos de la entidad a la hora de hacer balance de cuentas, pues a día de hoy es lo más valioso de su patrimonio.
Han pasado ya unos cuantos días, y lo cierto es que tenía en mente publicar mucho antes, pero pensé que podrían quedarse en el tintero detalles importantes, de esos que sólo salen a flote pasados unos cuantos días, cuando el nerviosismo y la euforia se han disipado. Ahora, tres semanas después, se ve todo diáfano y hemos llegado a vislumbrar la importancia de lo conseguido. No creo exagerar diciendo que dada la coyuntura actual aquello fue similar a la consecución de un título, o incluso puede que más importante. Y lo que es más significativo para mí, esta vez lo viví desde primera fila.
Porque no es lo mismo contemplar una gran victoria que ser partícipe de ella. Ojo, no pretendo insinuar que pueden medirse la implicación y el amor a unos colores por la simple diferencia de seguir a tu equipo a otra ciudad o animarlo con todo tu corazón desde casa, pues al fín y al cabo todo es zaragocismo. Pero esta ocasión ha sido para mí la revelación de una conexión íntima con el club de mis amores. Por primera vez pude comprobar que la expresión "llevar en volandas al equipo", tan futbolera ella, es completamente cierta. Porque cuando el autobús del Zaragoza entraba en el estadio, las caras de los jugadores dejaban constancia de que jamás habían vivido algo como aquello, miles de personas cantando y rugiendo a su paso, obligándolos a dejarse el honor y la sangre en el terreno de juego, como una especie de pacto moral. Sólo alguien con el corazón de piedra no se emocionaría ante algo así. Y después, en el estadio... inenarrable. Parecían volver los tiempos del reino de Aragón, que reclamaba su sitio en Valencia, nada de plaza enemiga, sino segunda casa de los aragoneses por decreto de nuestra historia. Que una afición tome una ciudad es algo digno de reseñar; que la hinchada rival haga callar a la local es algo pocas veces visto, algo sin duda para relatar durante años...
Aunque sin duda, lo que me resultó más emotivo fue comprobar cómo por fín confluyen el tiempo y el sentimiento. Ya tengo mi lugar particular en una historia de zaragocismo que viene de familia y que está escrita en una parte tan profunda de mí que no se puede alcanzar. Un lugar en un tiempo infinito. Junto a mi abuelo, al que mi madre, ya establecida en Zaragoza, le pagaba el viaje de autobús desde Daroca y la entrada a La Romareda para que el buen hombre pudiera disfrutar de aquel equipo que le hacía quedarse absorto frente al televisor del bar. Junto a mi madre, que tuvo el enorme placer de disfrutar de los Arrúa, Diarte y García Castany, entre otros, acompañando al equipo a todas partes y haciendo caso omiso a los que por aquel entonces veían tan extraño que una mujer siguiera el fútbol como lo hacían los hombres. Junto a mi padre, socio, como ahora lo soy yo, durante muchisimos años; lloviera, nevara o cayesen chuzos de punta, siempre en su localidad de gol de Jerusalén, animando y señalando el camino para los que vinimos detrás. Ahí estoy yo. El legado de zaragocismo que he recibido sigue adelante desde el Levante español, desde el estadio Ciutat de Valencia, desde el sector llamado gol Alboraya...

jueves, 17 de marzo de 2011

Y los galácticos pincharon en hueso

Como dicen los que han sido jugadores de fútbol, el gol es una especie de éxtasis. Es como una droga, una reacción súbita del cuerpo al observar cómo el cuero se aloja en el fondo de las mallas, que puede desembocar en el más inesperado de los arrebatos. Si a todo ello sumamos un estadio que se levanta encendido de sus butacas acompañando al tanto con gritos, cánticos y aplausos, la sensación debe ser cuasi orgásmica. Yo jamás podré experimentar en mis carnes lo descrito, pero doy fe que participar de ello cuando voy a ver a mi equipo es una de las mayores satisfacciones que he podido conocer... si bien es cierto que con ciertos alicientes, esa sensación se puede incluso potenciar. Por ejemplo, cuando el gol vale un título. O incluso más, si es en una prórroga de infarto. Y ya si ese gol supone una bofetada a uno de los grandes equipos de España y el continente, que ha preparado una final instalado en la prepotencia y el convencimiento de que iban a ganar el partido sin bajarse del autobús, entramos ya en el terreno de lo místico y lo divino.
Pues de todo esto hace ahora siete años. Toda una efemérides, si señor. Parece mucho tiempo, porque los últimos años han sido como una dura estancia en el purgatorio, pero la percepción nos engaña. No hace tanto que eramos grandes. En lo que si estoy de acuerdo es en que, entonces, la realidad era bien distinta. Al menos la mía...
17 de Marzo de 2004
..."¿Cuántos tenemos hoy para cenar?¿Trescientos otra vez? Joder..."
Perfecto. Hoy es la final de la Copa del Rey y estamos hasta arriba de trabajo. El hotel está a reventar. ¿Quién iba a imaginar que a mediados de Marzo seguiría habiendo tanta nieve en las pistas?  Y para colmo, la mayoría de los clientes son valencianos y madrileños, y saben que soy de Zaragoza y del Zaragoza, con lo cual, ya lo estoy viendo, a freír a bromas al camarero maño toda la noche. Simplemente perfecto.
"Y eso no es nada." dice Angelito. "De los trescientos, casi todos van a entrar en cuanto abra el comedor, para poder ver luego el partido. Siempre estamos igual con el fútbol..." Angelito no es futbolero, salta a la vista, pero me ha dado algo de esperanza. Aunque esto al principio sea una batalla campal, si se van rápido igual puedo ver algo del partido, aunque sea el final. Recemos...
Saber que va a ser una noche dura ha sido el colofón a unos días previos a la final cargados de pesimismo. Además de lo que pasó hace seis días, que prefiero no mencionar siquiera, parece que no se nos tiene en ninguna consideración en los medios, a lo mejor deberíamos entregarle ya la Copa al Madrid... pero bueno, esto ya no tiene vuelta atrás, son las ocho de la tarde, comienza el horario de la cena en el hotel, y en cuarenta y cinco minutos la ansiada final. Vamos allá.
Como era de prever, muchos han sido los que han entrado enseguida. Los clientes madrileños y valencianos de los que me encargo no tardan en hacer referencia al partido que en breve comenzará. "Que gane el mejor", dicen los primeros; "a ver si les dais un baño", deslizan los segundos... mi posición me obliga a ser neutral y respetuoso, aunque mi cabeza bulle. Casi sin darme cuenta comienza el partido. Entro a la cocina a seguir con mi trabajo y descubro con alegría que la pequeña televisión que hay allí, siempre apagada, hoy está operativa. ¡Había olvidado a Alberto, nuestro cocinero de Zaragoza! Al fín un aliado.
No me merezco a los compañeros que tengo. Conscientes de lo que significa para mí el partido, cubren constantemente mis largas estancias en la cocina, de forma que todo el mundo está atendido y yo puedo disfrutar, dentro de lo que cabe, del partido. Pero algo falla. Gol de Beckham de falta directa. Malhumorado, salgo al comedor. Ahora que recuerdo, estoy trabajando. Y por cómo me miran algunos, creo que estaban deseando que saliera. No sé cómo se ha enterado, porque aún sigue en el salón, pero uno de los madrileños me espeta: "espero que tengáis merengue de postre..."... me niego a reproducir lo que en ese momento se me ocurre...
Pero al poco, murmullo en la cocina. ¿Será lo que pienso? ¡Sí! ¡Gol de Dani! Efusivos abrazos con Alberto, aunque esta vez me recompongo enseguida. Ojalá no sea lo último que celebrar esta noche. Vuelvo al comedor con una media sonrisa que no se me quita ni a la de tres. Tengo que guardar las formas.
Esta vez ya no es un murmullo, es un grito de tenor lo que se oye desde la cocina. ¡Penalti! De nuevo adentro, como alma que lleva el diablo, justo a tiempo para ver como Villa templa los nervios y bate a César por bajo. ¡Gooool! Estoy de rodillas en el suelo, señalando al cielo, cuando viene a felicitarme Sergio, el masajista del hotel, asturiano de pura cepa: "con esti guaje todu ye posible", me dice sonriente. Ya lo creo que sí. Hasta soñar con un nuevo golpe al Madrid similar al del Depor en 2002...
Con el descanso y pasada la vorágine en el comedor, me sereno un poco. No me estoy comportando como un profesional, que es para lo que estoy aquí, así que intento contenerme. Ya apenas hago incursiones a la cocina para seguir el partido, ni aún cuando Roberto Carlos empata de falta directa. Menos mal que Alberto sigue poniéndome al corriente de vez en cuando. Me habla de un Álvaro imperial; de un Movilla que domina el centro del campo enfrente de unos dioses que, ahora sí, se ven muy terrenales; de un chavalín de Torrero que hace sudar tinta a los laterales del Madrid cada vez que encara; de un Savio en su línea, es decir, excelso; de un jovencísimo David Villa que es dinamita pura. ¡Qué pedazo de jugador!... pero a la siguiente visita que hago a sus dominios, el semblante de mi compañero es sombrío: Cani expulsado. "Qué quieres", le digo. Jugamos contra el Madrid, y a mí al menos no se me ha olvidado el atropello de la final de Copa del 93-Urío, si tienes conciencia, espero que a día de hoy aún te siga remordiendo-. Al poco, entra Juanele. "Ah, sí, y hace no mucho ha entrado también Galletti, ahí está", me informa Alberto sin mucho entusiasmo. Qué cosas. Qué poca importancia le dimos entonces, y cómo cambió aquello los acontecimientos...
Porque poco después el tiempo reglamentario expira, y todos nos preparamos anímicamente para la prórroga. Sólo unas cuantas mesas de tertulia ya en el comedor, todos valencianos, que al verme se interesan por lo que está ocurriendo en Montjuic. Uno de ellos, que ya me conoce de varios días de estancia en el hotel, decide alentarme: "Yo os he visto hacer cosas increíbles", me comenta. Supongo que se refiere a la Recopa del 95, y así se lo hago saber. "Sí, pero aparte de eso. Siempre habéis tenido grandes jugadores y plantillas que ha merecido la pena ver jugar, y alguna que otra vez le habéis mojado la oreja a los equipos grandes, sobre todo al Madrid. ¿Por qué esta vez no iba a poder ser?". Me quedo sin palabras. No es ni la millonésima parte de zaragocista que yo, pero este hombre acaba de decirme exactamente cómo debería estar sintiéndome en este momento. Le sonrío y vuelvo para adentro.¿Por qué justamente en ese momento? ¿Fue la providencia? No lo sé, pero doy gracias todos los días por no habérmelo perdido. Cuando llego a la cocina, Movilla lleva el cuero. Avanza por la zona de tres cuartos sin que ningún jugador blanco se decida a salirle al paso. En ese momento cede el balón al "Hueso" Galletti. Galletti, uno de esos jugadores a los que la grada abraza por su entrega, por su tesón, porque muerden por su escudo si fuera menester. Controla, arma la pierna, respira hondo y dispara. Dispara con todas sus ganas, con su alma, con las nuestras, contra la portería del Madrid, contra la ofensa sufrida once años atrás, contra el poder establecido, contra ese centralismo injusto que también está presente en el fútbol, ante la mirada de estupor de miles de zaragocistas que contienen el aliento. Un último esfuerzo, un efecto extraño, un bote traicionero. Y es gol. Y en la cocina del hotel no caben tantos gritos y tanta felicidad. Hasta me he cargado un par de platos que había por ahí, pero cualquiera me dice nada. No pueden. No dejo de gritar y celebrar ese golazo, estoy fuera de mí. Sólo vuelvo a la realidad cuando el árbitro pita el final y comprendo que somos campeones. Cuartero levanta la Copa. Me abrazo con Alberto otra vez, y van... ¿qué es ese ruido que viene del comedor? La única mesa que queda en el comedor, repleta de valencianos, cantan y agitan las servilletas al viento. No puedo evitar sonreír como si me hubiera tocado la lotería. Voy corriendo ante el buen hombre que me arengó antes para chocarle los cinco. "Ché, ¡qué grandes sóis!". No lo sabes tú bien...
Después, ocurre algo, sin duda lo más hermoso de toda la noche: varios seguidores madridistas que habían abandonado el comedor hacía ya mucho vuelven ex profeso para darme la mano y la enhorabuena. Charlamos un rato, pero debo volver a mi tarea para poder dar el servicio por concluido hasta mañana y poder salir a celebrarlo. Además, no quiero que me noten que su gesto me ha emocionado...

Aún siento orgullo al recordarlo. No sólo por el tremendo gustazo de vencer a un todopoderoso rival de una forma tan épica, pues no todo debe ser forofismo. Pero me siento grande al pensar que un equipo modesto, recién ascendido de Segunda División, humilde y trabajador pudo lograr un objetivo tan ambicioso, y tan merecidamente. Por eso, aunque hoy la situación haya cambiado tanto, siempre intento ser optimista. Debo serlo, con un pasado tan grande. Ahí está, sin ir más lejos, el golpe en la mesa del sábado ante el Valencia. Porque este equipo sabe responder en los momentos claves. Está en sus genes. Por eso no dudo que este año logrará la salvación, aún cuando hasta hace muy pocas fechas parecía estar ya muerto y enterrado. Pues bien, todos los que dudáis, recordad aquella final de Copa. No podíamos ganar. No entraba en los planes de nadie que estos chicos derrotaran a aquellos galácticos. Era imposible. Pero nadie se lo dijo. No lo sabían. Y como no sabían que era imposible, lo hicieron.

sábado, 19 de febrero de 2011

El zaragocismo y sus mitos(I)

A día de hoy, resultaría difícil convencer de que el nuestro fue en tiempos un gran club a alguien que no lo sepa. Sus argumentos para rebatir tal afirmación serían varios: bastaría con mirar la clasificación, leer las noticias acerca de la directiva o ver la trayectoria de los últimos años... y, muy importante, la ausencia de jugadores TOP en el equipo, de esos que marcan las diferencias, puesto que la ruinosa situación, tanto deportiva como económica, no lo hacen factible en éste momento. Pero yo si sé que éste es un club con historia. Yo, afortunadamente, soy consciente de que por aquí pasaron grandes figuras del fútbol internacional como Marcelino, Lapetra, Arrúa, Barbas, Señor, Valdano, Rubén Sosa, Esnáider, los Milito... la lista es larga, y nos arroja una cruel comparación con los buenos tiempos disfrutados y el negro horizonte advenedizo. Figuras que marcaban la diferencia entre pertenecer a los clubes de élite o a los humildes, que calaban hondo en la afición y cuyos nombres eran repetidos en alineaciones que todo el mundo sabía de carrerilla. Pero no eran los únicos.
Por encima de éstos siempre han estado las estrellas mundiales, aquellos jugadores que sólo podían permitirse fichar los equipos realmente poderosos. A esa clase no hemos pertenecido núnca, de modo que, como tantos otros equipos, suplíamos esa imposibilidad de competir en igualdad de condiciones con entrega, garra y jugadores de la tierra; banderas para la afición y un espejo de zaragocismo para los más jóvenes, orgullosos portadores del estandarte, etcétera... suena muy bonito, y ojalá lo fuera, pero no se corresponde en absoluto con la realidad en el Zaragoza actual. Para comprobarlo no hay más que comprobar cómo funciona la cantera y los casos de los últimos jugadores destacados salidos del filial zaragocista.
La cantera del Real Zaragoza es un ejemplo de cómo no hacer las cosas. Tal parece que es un lastre para sus dirigentes, que no parecen saber cómo hacer que funcione, o más aún, ni siquiera están por la labor. No hay un seguimiento de niños de otras comunidades como sí hacen otros clubes, no hay un organigrama, residencias aptas para sacar rendimiento a las jóvenes promesas; no hay, en definitiva, un asidero para situaciones de austeridad como la que ahora vivimos. Sólo hay un equipo mediocre que se mantiene sin pena ni gloria en Tercera división; un barco en medio de un mar en calma, que por no ir no va ni a la deriva.
Con una cantera tan desatendida es complicado sacar jugadores que ayuden al primer equipo y con los que la afición se sienta identificada. Aún así, hay tres grandes nombres en los últimos años, con trayectorias muy dispares, que vienen a confirmar esta teoría de que algo no se está haciendo bien: Cani, Zapater y Lafita.
El primero es, sin ninguna duda, el jugador con más calidad técnica que ha salido de la ciudad deportiva en los últimos veinte o treinta años. Era un placer verlo jugar por la banda izquierda, a pesar de que su posición natural era la de enganche. Sin embargo, la manera de la que salió del club hace que en la Romareda no se le vea con buenos ojos, hasta el punto de que cada año que nos visita son más los pitos que se oyen contra él. Personalmente creo que es una injusticia, puesto que dejó una buena suma en las arcas del club por su traspaso y en justicia era una buena oportunidad para él que está aprovechando.
El caso de Alberto Zapater es un poco al contrario. La afición le tomó como referencia desde el primer momento y le sigue recordando con cariño, lo que resulta cuanto menos chocante por ser el menos especial-futbolísticamente hablando- de los tres. Con Zapater siempre ha existido, al menos a mi juicio, una corriente favorable contra viento y marea, una especie de derecho de nacimiento, como si ser de la tierra hiciese obviar sus defectos en un terreno de juego. Entendámonos de una vez: con su venta muchos se rasgaron las vestiduras, pero el hecho es que se logró ingresar un dinero por un jugador que no aportaba nada de lo que necesitaba el equipo y que no podía continuar progresando aquí. Y sí, estoy al tanto de ése manido tópico de que solemos hacer de menos al que es de casa y ensalzamos al de fuera, pero la única realidad, siendo objetivos, es que Zapater no ha conseguido triunfar en Italia, en un equipo y una liga que le venían de perlas a su fútbol rocoso y físico, ni en Portugal, donde pasa prácticamente desapercibido. Yo no dudé jamás de su compromiso y su dedicación, sólo me atrevo a añadir que esos atributos no eran suficientes para liderar a un equipo.
Con Zapater fuera del equipo, la afición se quedaba sin su santo y seña en el vestuario. Y la realidad es que en ese sentido el futuro es pura incertidumbre. Descartado Goni-otro ejemplo de mala gestión de la cantera, dejar escapar a un jugador sin comprobar que es válido, cuando parecía que sí lo era-, parece que últimamente ese papel queda reservado a Ángel Lafita, pero hay unos cuantos argumentos en su contra, como por ejemplo su esperpéntica vuelta al club hace dos temporadas, o el nulo rendimiento que ha dado desde entonces. Leo en los últimos días que esto se justifica por una lesión que arrastra desde hace tiempo... y siento señalar que esto me suena a excusa. De nuevo veo una maquinaria puesta en marcha para proteger al paisano, porque mucha casualidad me parece que, como he leído hoy, "sufría sus molestias durante el último tramo de la temporada pasada, remitiendo en el periodo estival y volviendo a aparecer al comenzar la Liga..."...
Ojo, no pretendo tirar por tierra la figura del canterano comprometido con el club. Pero sí pretendo ser justo. En lo que a los tres casos que he expuesto se refiere, porque el mejor de todos ellos parece ahora un proscrito cuando pisa la Romareda, cuando es un jugador que merece la pena ver, de los que te hacen pagar una entrada con satisfacción, porque sabes que dará al juego algo diferente. Y ya hablando en un ámbito más general, porque estoy de acuerdo en que son y serán necesarios jugadores comprometidos con la causa del club, que sientan los colores más que los contratos, que sepan la letra del himno cuando la afición lo esté cantando. Pero ante todo tienen que ser jugadores válidos, que aporten al equipo sin que su procedencia sea su paraguas. Muy duros están los tiempos como para afrontarlos sólo con épica y romanticismo.

lunes, 10 de enero de 2011

¿Balón de Oro? Manzanas traigo

Normalmente medito mis entradas bastante. No por nada en concreto, pero una vez leí que cuando te lanzas a escribir sólo debes hacerlo cuando tengas algo realmente relevante que contar, y a poder ser, con la suficiente sustancia como para que cale en la medida de lo posible en quien lo lea. Esta vez es distinto. Esta vez la información hace sólo unos minutos hallada me bulle en la cabeza, y creo que debo plasmarla cuanto antes, pues sobre esto se escribirán ríos de tinta en los próximos días, pero me temo que no tardará muchos más en caer en el olvido. Así que allá vamos.
Llego hace escasos minutos de trabajar y me entero por la televisión que Messi es de nuevo Balón de Oro. La verdad es que me ha sorprendido la noticia, no tanto por el nivel del argentino, que a estas alturas no admite dudas; más bien porque en ese momento he sido plenamente consciente del convencimiento general que existía de que este año ya tocaba homenajear al fútbol español con semejante galardón. Casi daba igual que lo recibiese Xavi o Iniesta, aunque en mi fuero interno estoy convencido de que el de Terrassa lo merece más, su mérito ha sido más constante... Y sin embargo, plaf, la imágen de Messi con el premio en las manos es como un pequeño bofetón a nuestra conciencia... Al instante he pensado en varias maneras de definir la actitud del jurado: ¿Cacicada? ¿Frustración? ¿Puede que incompetencia? No, creo que no. Creo que el quid de la cuestión es que de la unificación del FIFA World Player y el Ballon d'Or de la revista L'Equipe ha salido una tremenda incongruencia, que de ahora en adelante nos va a hacer presenciar las galas de entrega de estos premios como si de una quiniela se tratase.
Porque vamos a ver, ¿cuáles son los criterios de entrega del premio? Hasta ahora al menos parecía claro, el Balón de Oro se entregaba al jugador que, dentro de las competiciones del país en que compite más las Europeas de mayor calado, tuviera mayor importancia en su equipo y/o fuese más decisivo en el papel desempeñado por dicho club, teniendo especial relevancia las competiciones de Selecciones continentales o mundiales si ese año acontecieran. Del mismo modo, el FIFA World Player parecía más encauzado a aspectos individuales, en una palabra más encaminado a señalar al mejor jugador del Mundo. ¿Y qué ha ocurrido cuando se han fusionado ambos premios? Que al incorporar las votaciones de Seleccionadores y capitanes de Selecciones, se ha convertido en un sinsentido. Porque ahora resulta que se premia al mejor jugador del Mundo, o eso se entiende de la designación de Messi. Y justamente el año en que parecía claro que el ganador iba a ser español... pudiera parecer que esto es dudar de la integridad del premio, habida cuenta del gran peso que tiene en la designación la revista L'Equipe... en efecto, es lo que pretendo insinuar, porque me parece de traca. Y como me imagino que no tardando mucho se empezará a hablar de lo dados que somos a llorar cuando no nos contentan, solamente un apunte: el tiempo que duró Forlán en las apuestas sobre quién se llevaría el galardón, sus defensores argumentaron hasta la saciedad lo decisivo que había sido en el meritorio 4º puesto de Uruguay en el Mundial, y lo complicado y exótico que era que una Selección como la uruguaya llegara hasta ahí... sin embargo dicho planteamiento al parecer no es válido con la Selección española, que curiosamente, no es que nunca hubiera disputado un tercer y cuarto puesto, es que nunca había ganado un Mundial... Pero en fín, siempre nos quedará el consuelo del recuerdo y la emoción de Iniesta sin camiseta con los brazos abiertos una maravillosa tarde de verano, o el reconocimiento de Xavi como el mejor jugador español de la historia, pese a lo que digan una roñosa organización afincada en Suiza y una revista francesa de pacotilla.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Encender una vela o maldecir la oscuridad

Es curioso cómo el fútbol llega a alterar el estado de ánimo de un individuo. El domingo a las 17:00 horas me sentaba en la localidad que llevo ocupando orgullosamente desde los últimos cinco años, y en ese momento dudo que hubiera muchas personas más felices que yo allá por Eduardo Ibarra, puesto que después de casi 4 larguísimos meses iba a volver a ver jugar a mi equipo-lo de la Roja y el Mundial ha estado muy bien, pero esto era lo que yo estaba esperando- del cual, aun con todo lo que ha sucedido este verano, mantengo que se salvará, y con menos sufrimiento que el año pasado. Y sin embargo, apenas media hora después... el esperpento, el ridículo, la mofa y la befa más solemnes, un dantesco espectáculo por momentos incluso surrealista. Un sainete, una dolorosísima verbena que tuvimos que padecer los allí presentes. Y lo peor a mi juicio no fueron los cinco goles encajados, ni la pañolada, ni los gritos de "fuera, fuera", ya que desgraciadamente esto último nos es muy familiar de un tiempo a esta parte. La peor sensación, con mucho, fue contemplar cómo todo el mundo se resignaba, se tomaba a risa lo que estaba viendo, porque no les quedaba otro remedio. Ese es el verdadero peligro. Esa indiferencia, ese bajar los brazos a las primeras de cambio. Porque todos sabemos cómo afectan las dinámicas negativas a este equipo, algo que ninguno de los muchos entrenadores que han pasado por aquí en los últimos años ha sabido remediar, y dónde desembocan.
En tardes como la del domingo es difícil ser optimista. Yo, pese a todo, quiero intentarlo. Siendo perfectamente consciente que la actitud de Leo Franco fue, siendo benévolo, muy poco profesional; debería redoblar sus esfuerzos inmediatamente si de verdad se considera capaz de vivir de esto, aunque sólo sea por la vergüenza torera de ser una de las fichas mas altas de la plantilla. Siendo también consciente que la defensa, cuya columna vertebral es la misma de la brillante segunda vuelta del año pasado, es ahora un problema muy importante, por inesperado(prácticamente era la única línea reconocida por todos como sólida), por frágil(todos sabemos lo que nos va a costar encontrar juntos a los teóricos titulares a lo largo del año, bien sea por lesiones o por amonestaciones) y porque las últimas incorporaciones dedicadas a la zaga aún no se conocen y necesitarán un lógico tiempo de adaptación y compenetración. Pues aún con todo eso, con la manita en media hora y todo lo demás, hubo algo, una chispa, la chispa de la esperanza, el clavo ardiendo al que debemos agarrarnos si queremos salir adelante: el juego de asociación en tres cuartos de campo. Duró poco, apenas veinte minutos, antes de verse arrastrado al limbo por el bochorno del resultado, pero fue-¿estaré siendo demasiado condescendiente?- brillante.
Brillante porque si nadie esperaba ver a Contini comportarse como un central de Regional, menos gente aún esperaba ver unas transiciones tan rápidas, un entendimiento tan preciso... en definitiva, algo que ya hacía partidos que no se veía: el jugador en posesión del balón tenía SIEMPRE una opción de pase cercana, un compañero tirando un desmarque... alternativas. Brillante fue, durante ese pequeño lapso de tiempo, la línea de tres Jorge López-Ander-Bertolo.
Intento ser crítico con Jorge López, porque realmente lo merece, puesto que es lamentable que un jugador que atesora tanta clase se borre con tanta facilidad cuando la exigencia física aumenta, pero cuando el juego pasa por sus botas y le favorece, como ayer... bueno, uno sólo puede sentarse y admirar el duende que le acompaña. Desde luego en esta plantilla ningún otro tiene a su alcance realizar como hizo él en un momento puntual, con un único toque, un control orientado y un regate a la vez. No pude fijarme cuál de los defensores del Málaga era el que tenía delante en ese momento, pero desde luego le hizo mella. Ay, Jorge, si tuvieras un poquito más de casta...
De Ander, más que destacar su juego, prefiero dejar claro lo que pienso: disfrutémosle mientras siga con nosotros. Es una barbaridad lo que ha progresado, a una visión de juego y técnica innatas le ha sumado un control de balón excelso-no quiero parecer exagerado, pero cuando pisa y retiene la pelota, y da la vuelta sobre sí mismo para proteger la posesión me recuerda a Xavi-, regate y últimamente incluso llegada, es lo que tiene pertenecer a una gran generación de futbolistas y compartir vestuario con ella en la Sub-21. Ahora mismo es nuestro plus y nuestra referencia en el campo, así que lo dicho, aprovechemos para poder decir en unos años que le vimos en sus comienzos, porque está claro que de seguir con ésta progresión, acabará en un grande.
¿Y Nico Bertolo? Qué hallazgo. No voy a descubrir ahora mi pasión por el típico interior argentino, ese que es canchero, gambeteador, incisivo... cualidades que reúne de sobra Nico. Ya contra el Depor fue el mejor del partido, y en éste último desde luego fue destacable la compenetración que mantuvo con Obradovic, a quien por cierto mucho se le ha criticado, pero yo creo que subió la banda de forma sobresaliente.
Tema aparte es el caso de Marco Pérez. Me parece que no se está siendo justo con él, necesita tiempo para adaptarse y la presión de la tarea goleadora que se le ha encomendado es muy grande. Démosle tiempo, ya quedó claro frente al Málaga: al principio no encontraba su sitio, pero con el paso de los minutos se afianzó, comenzó a ser útil para sus compañeros y acabó anotando. Estoy convencido de que los goles importantes, los que valen puntos, llevarán su sello.
Quizá todo esto es ser poderosamente optimista. Es posible que la confianza ciega que tengo en mi equipo me lleve a no ser imparcial, pero creo que hasta de las derrotas se debe sacar algo positivo, y no cabe duda de que este carácter ofensivo fue, junto con el resultado, la mayor sorpresa del partido. Cualquier persona que lo viera lo puede corroborar. Así que tengamos paciencia, al fín y al cabo estamos en la segunda jornada; trabajando la solidez atrás, si alcanzamos el nivel de aquellos veinte minutos podemos poner en serios aprietos a casi cualquiera. Esperemos que sea así, y que dentro de unos meses recordemos el accidente del domingo sólo como una anécdota.

jueves, 26 de agosto de 2010

Siento que te lo debía

El pasado 20 de Agosto fue una fecha muy especial para mí. No se cumplía ninguna efemérides importante, a lo sumo fue otro caluroso día de verano más, y para ser sincero ni siquiera estaba cerca de mi casa o los míos. Sin embargo ése día al consultar la actualidad deportiva fui feliz. Y lo fui porque acostumbrado a que el fútbol sea un deporte pocas veces justo-y más aún cuando eres seguidor de un equipo que anhela tiempos mejores- sentí, al leer que el Inter de Porto Alegre se había proclamado campeón de Sudamérica, que se cumplía una especie de justicia divina. Porque en esa plantilla hay uno de esos jugadores tan bien llamados "diferentes", de esos que deberían conocer sí o sí la gloria, ya que dignifican y sacan lustre a éste bendito deporte; porque desde que pasó por mi Zaragoza del alma y pude ver en vivo y en directo lo que es capaz de hacer con un balón y con la autoestima del adversario ya no he podido dejar de seguirlo. Andrés. Una gran cabeza, un corazón aún mayor y un guante en la bota izquierda. El 10 del Zaragoza per secula seculorum. Le pese a quien le pese.
Reconozco que no puedo ser imparcial hablando de él. Y sí, tiene muchos defectos, y no los descubriremos ahora. Pero tampoco se puede dejar de reconocer que la grandeza de su carácter, su garra, su entrega, los eclipsa. Si hubo algo que me dolió de su salida del club fue la imágen de pésimo profesional que quedó de él, que por cierto no puede estar más distante de la realidad. Ante los cientos de veces que se emitieron las imágenes de Andrés dando a entender a un recién llegado Irureta que pensaba marcharse, yo arrojo otra: la que ofreció en el partido ante el Atlético de la temporada 2006/07 en el que se partió-literalmente- la cara contra los defensores colchoneros. Ésa es la verdadera imágen de Andrés: un jugador que destacaba por su magia, pero incluso más por su pundonor, por ése carácter suyo que no le consentía perder ni a las canicas. ¿Indisciplinado? Si se le puede calificar así, entonces también merece la etiqueta de "visionario": tanto con Pablo Aimar como con Víctor Fernández, el tiempo le ha dado la razón. Y además, valiente, por atreverse a decir delante de todos lo que muchos pensaban, aún a costa de su puesto. Como para dudar de su personalidad...
Por cierto, una pequeña pero completamente verídica anécdota: ya consumada su salida del club, el día que dejaba la ciudad, se encontraba en la Estación Intermodal, supongo que para tomar un tren a Madrid y desde ahí, rumbo a Argentina. En ése momento un amigo se encontraba también en la estación por motivos de trabajo. Imagino que Andrés no esperaba que se dirigiera a él, pero cuando lo tuvo a su altura le sorprendió diciéndole algo así como: "Eres muy grande, márchate a otro sitio donde te valoren como mereces". En ése momento Andrés se sorprendió, quizá por la frase o quizá porque quien se lo dijo vestía uniforme, y sólo pudo articular un dubitativo "gracias". Pero estoy seguro de que para él fue reconfortante descubrir que había aficionados que lo apreciaban, entre los cuales orgullosamente me incluyo. Yo soy de aquellos pocos que permanecían de pie aplaudiendo cuando muchos te silbaban. Ahora que vuelves a la Selección argentina, me compraré una zamarra albiceleste con tu nombre. Y cuando vuelvas a levantar un título lo contaré como mío, porque así lo siento. Enhorabuena, Cabezón. Sós grande.

lunes, 21 de junio de 2010

Razones para ser pesimista

Esta vez la entrada no es un análisis de un partido. Tampoco la celebración de una efemérides, ni un homenaje a uno de nuestros jugadores. Se trata de otra cosa. De emociones. De pálpito. Y desgraciadamente, éste no es nada bueno. Y es curioso, porque con el selecto ramillete de jugadores que tenemos en La Roja, cabría esperar la mayor positividad ante una cita mundialista sin precedentes. Ojo, de positividad estamos hablando, no de fe: de esa parece que de momento vamos sobrados, aunque tras lo visto hoy, mi opinión es que cotizamos a la baja, que si nuestros teóricos rivales de la fase final han visto el partido probablemente se habrán dado cuenta de que éste no es, ni por asomo, el equipo que deslumbró al mundo hace tan sólo dos años, entre otras cosas porque no es un grupo homogéneo como aquel. He aquí mis razones.
La transformación de un grupo de amigos en un equipo sin alma: Si es cierto que para salir campeón en una gran cita tienen que darse múltiples factores, no lo es menos que en la Selección de 2008 se dieron una serie de felices coincidencias que hicieron posible una victoria sin precedentes. Al gran nivel que exhibieron los jugadores importantes(Casillas, Xavi, Torres, Villa) se sumaron las apariciones inesperadas de jugadores que parecían estar de vuelta(Senna, Puyol, Marchena) como las de los jóvenes valores que parecía que iban a sumar para el grupo, pero que aún estaban verdes para asumir grandes dosis de responsabilidad(Cazorla, Cesc). Semejante compacidad y compenetración sólo fue posible gracias a la armonía y al buen ambiente que reinó desde siempre en el vestuario, algo que ahora parece tender a lo contrario: bastaba mirar las caras de Xavi o Cesc(sobre todo el primero al ser sustituído) para ver que la situación no es buena, a lo que hay que añadir la inestabilidad(parece que también emocional) de Casillas, la incertidumbre de otros por no conocer su futuro en la próxima temporada... sumando todo ello nos queda únicamente un grupo de buenos jugadores que coinciden en un campo de fútbol y en el hotel.
Del Bosque, de conciliador a cobarde: Ya desde antes de la citada Eurocopa se sabía que Del Bosque sustituiría a Luis. Sabíamos que Del Bosque no es Luís. Pero esperábamos que supiera gestionar el magnífico grupo que nos legó el Sabio de Hortaleza. Sin embargo, alguien debería aclararle a Vicente qué significa la futbolera expresión "equipo de autor": dejando el romanticismo al margen, un equipo refleja el CARÁCTER de quien lo dirige, precisamente de lo que el actual técnico adolece. Y mientras Luís armó un bloque llegando a sus jugadores al corazón, Del Bosque trata de contentar a todos, PRENSA INCLUÍDA, y así nos luce el pelo. De otra forma no se entiende, por ejemplo, la titularidad de Xabi Alonso, incrustado en una demarcación en la que ni rinde ni deja, principalmente nada menos que a Xavi. Y sin brújula y a la deriva somos mucho menos peligrosos. Como tampoco se entiende el dudoso experimento de combinar el juego interior y de toque de algunos momentos con el fútbol directo, las bandas y la absoluta verticalidad de otros(generalmente como último recurso, y lo que es peor, sin orden ni concierto)... el no mojarse ni decantarse por uno u otro estilo sólo hace que empeorar las cosas.
Pérdida de identidad: Es volver a lo anteriormente hablado, pero creo que merece la pena profundizar sobre ello. Leí el otro día algo interesante: "Con Luís Aragonés el juego giraba en torno a Xavi, con Del Bosque tiene siempre a Xabi Alonso estorbándole". Creo que no he visto mejor resumido el problema de mal juego de la Selección. Y sí, ésta Selección no es sólo Xavi, y puede parecer una frase muy tremendista dada la cantidad de talento que tenemos, pero si observamos la tendencia del 90% de las selecciones que tienden a encerrarse y a buscar contras, es más grave de lo que parece. Frente al que ya parece lejano juego de toque, de cansar al rival a base de hacerle correr tras el balón, de aguantar el esférico a la espera de que aparezca el hueco por el que matar, el ejemplo del partido ante Suiza fue esclarecedor: poco criterio, nula circulación, escasez de ideas, y al final del partido balones al área como cubos de agua. Poco bagaje para pretender ganar un Mundial, máxime cuando los delanteros no tengan su día como el pasado viernes.
En fín, a estas horas, tertulias, blogs, páginas deportivas, en todas ellas lo primero y más reluciente, el marcador, que ha sido lo mejor de la noche. Pero creo sinceramente que hoy ha quedado claro que así España no puede llegar lejos en el Mundial, que a la hora de la verdad no daremos la talla. Y ojalá tenga que comerme todo esto que acabo de escribir, pero me cuesta creer en un equipo que todos esperábamos como algo maravilloso y que se ha tornado en algo tan vulgar.